Tuve la oportunidad de ser voluntario en el kibbutz Yotvata en Israel cuando tenia veintiún años por un periodo de casi siete meses que transcurrió del ocho de junio al treinta de diciembre del 2013. Trabajaba como voluntario en en el hato lechero o el "refet" como le decían en hebreo. En ese lugar conocí personas interesantes, culturas diferentes, entendí aspectos de la vida
que jamas hubiese imaginado ni siquiera cuestionar.
En el tiempo que estuve en Israel considero que tuve tiempo para
todo, trabaje, aprendí, ayude, conocí y sobre todo pensé, pensaba en las cosas
que me rodeaban, en cómo había llegado hasta donde estaba, en que si alguna vez
me imagine estar viviendo ese momento, cada momento es único e irrepetible, los
momentos deben aprovecharse cuando se pueden hacer sin dudarlo, “el que piensa
pierde” dice la gente, y yo creo que en cierto modo tienen razón.
El Kibbutz es una comunidad donde todos trabajan para todos
y viven en comunidad sin intención de pasar por encima de nadie, bueno, al
menos eso era lo que yo percibía desde mi posición de voluntario, aun cuando toda esa vida me parecía fabulosa y hasta “irreal”, termino que usábamos
constantemente entre los voluntarios por la forma en cómo se vivía en el Kibbutz, por momentos
me preguntaba si todos los que vivían en ese lugar eran felices, si todos
soñaban con tener esa vida, acaso no se sentían acorralados por el mismo lugar
en el que habían decidido vivir, es decir, estaban en medio de la nada por la
ubicación en la que se encontraba el kibbutz, siempre trabajaban con la misma
gente, almorzaban con la misma gente, los fines de semana estaban rodeados de
la misma gente, no tenían la oportunidad de conocer gente nueva, siempre eran
los mismos rodeados de los mismos, jamas podían llegar a casa a decir que
habían tardado en llegar porque el trafico estaba congestionado ya que sus
trabajos estaban dentro del kibbutz, lo único que tenían que hacer era caminar
hacia sus lugares de trabajo y al finalizar volver a casa de igual forma…,
caminando. Mi única preocupación en ese lugar era: "que sonara el
despertador de mi celular", creo que pocos pueden decir eso, sin embargo son cientos de personas que anualmente llegan a diferentes Kibbutz de Israel a vivir la experiencia.